El flamenco no engaña. El flamenco es un arte que se siente, que se vive, que se descubre, que transmite de inmediato si alguien vale o no vale, si lo lleva dentro, sólo lo intenta o lo ha mamado desde la cuna. Si digo esto es porque pienso hablarles de DANIEL SALTARES, y cuando menciono a DANIEL SALTARES, permítanme que lo haga con mayúsculas porque, además de ganarse mi respeto (cosa que ya tenía desde hace tiempo) se merece enmarcarlo por derecho propio en la última categoría antes mencionada. La de los mejores. La de los sublimes. La de los más grandes.
DANIEL no es una promesa, ya ha dejado de serlo hace algún que otro año, es una MEGAESTRELLA destinada a conquistar un lugar privilegiado en el Olimpo de los bailaores flamencos.
SALTARES atesora desparpajo, arrojo, talento, desborde, humildad, sentido, tiento, pasión, toque, sabiduría, pundonor, garra, estilo... eso y mucho más. Arropado al cante por los colosales Selu del Puerto y Brenda García, su baile sin parangón pone la piel de gallina. Es un tipo con presencia y gallardía, un tipo carismático desde el minuto uno al último, un tipo que ha sabido conjugar su arte con las talentosas guitarras de Javier Ibañez y "El Archi" y la percusión de Adrián Trujillo. De este modo, nos presenta un magnífico espectáculo, en otros tiempos exclusivo de reyes, políticos o estrellas del celuloide, y que regala directamente para el pueblo. Para Cádiz y donde sea, porque con tanto arte, talento y pundonor, el mundo se le quedará pronto muy pequeño.
Recuerden muy bien lo que les digo, mi consejo es que empiecen a olvidarse ustedes de ese tal Joaquín Cortés y su gran elenco de sucedáneos. Y que conste que Joaquín es una estrella de lo más incuestionable. Pero más pronto que tarde, con un poco de suerte, me atrevo a garantizarles que llegará la era SALTARES por derecho propio. La etapa de este hombre que colmará grandes escenarios con la capacidad y suficiencia con la que llena ahora importantes y respetuosos templos del flamenco. Porque sí, porque el trabajo se percibe desde el arranque de las primeras notas. Su taconeo engancha, su presencia transmite, sus movimientos cautivan y su estilo para manejar la situación enamoran a un público que acaba rendido y levantándose enérgicamente de sus asientos para aplaudir a rabiar a un verdadero prodigio de las tablas.
Lo vivido esta noche en el Centro Municipal de Arte Flamenco de La Merced de Cádiz ha sido apoteósico. Brillante. Espléndido. Genial. Deslumbrante... y pongan ustedes un sinfín de calificativos positivos más. Todos los que estuvimos en ese foro abarrotado de público, debemos tener presente que hemos asistido a un espectáculo serio, noble, trabajado y con una garra y empaque muy fuera de lo común.
Señoras y señores del flamenco, sigan a este joven de cerca, vigilen sus pasos y no caigan en la trampa de llamar las cosas de forma equivocada. No digan arte, no digan flamenco, a partir de ahora digan DANIEL SALTARES. Y no se olviden de decirlo con mayúsculas, porque el talento innato es lo que tiene y merece.
Con todos mi respetos al resto y desde mi modesto punto de vista, en este grupo de jóvenes talentos he podido apreciar hoy lo mejor del flamenco en años en la ciudad de Cádiz. Casi "ná". Mi más sincera y sentida enhorabuena a este fascinante grupo al que le deseo todo lo mejor. Y trabajando de este modo, no me cabe la menor duda de que así será.
Un abrazo a todos.