Admito que las elecciones autonómicas andaluzas que se celebran mañana me tienen francamente desconcertado. Ya fuere por un sobresalto electoral o por otro, ninguno de los partidos de derecha, izquierda o de más allá, me ofrecen una cierta garantía de calidad o confianza para legislar y encabezar los designios de la tierra que me vio nacer con la trasparencia y honestidad que ésta se merece.
Y no es para menos, Andalucía parece haberse convertido en una especie de pecio a repartir. Un lugar en el que durante más de treinta años un partido ha campado a sus anchas haciendo y deshaciendo a su antojo hasta fabricar un enmarañado cortijo que ahora otros pretenden encabezar sólo Dios sabe con qué propósito.
EREs falsos, casos extremos de enchufismo, subvenciones a dedo y un sinfín de acciones más, demuestran que los políticos que nos han liderado durante temo tiempo dejarían en pañales las fechorías de Alí Babá y sus cuarenta ladrones. Y ni unos ni otros. Votar mañana se me antoja estéril. Opaco. Desilusionante. Qué pena. Una fecha que debería ser la fiesta de la democracia, se ha convertido por culpa de tanta decepción y engaño político en una cita poco menos que incómoda y repleta de intereses ocultos. "Si me votas conseguiré esto, y si no lo otro, y donde dije digo diré Diego porque la ley me amparará en cuanto ocupe el sillón que deseo". Porque eso y no otra cosa es lo que uno saca en conclusión después de comprobar que una comunidad tan llena de posibilidades, se queda año tras año en el furgón de cola no ya de España, sino de Europa.
La sombra de la duda se cierne en prácticamente todos los candidatos y partidos. Y esto solo ha servido para provocar que cuando uno o una se apróxima a la urna con su papeleta, lo haga con el único propósito de votar al que considera menos ladrón y no al que en realidad mejor debería representarle.
A todo esto agreguemos el pánico a despidos masivos de funcionarios amparados por la crisis generalizada y eterna, la cercanía de una huelga general respaldada por unos sindicatos que llevan años gestionando un enorme patrimonio y que no vela por los intereses del trabajador sino por los suyos propios; y la corrupción encubierta que se produce en muchos municipios de esta comunidad autónoma que podría llegar a tanto y a la que, insisto, nunca se le permite levantar cabeza.
Señoras y señores políticos, lo siento mucho pero aún continúo en la duda de qué hacer mañana porque ustedes mismos con sus actitudes nos han hecho comprender que en este bendito país el cargo político en general (y aquí afortunadamente salvo a algunos pocos) no suele usarse para ofrecer un servicio a la comunidad sino para enriquecerse, hacer carrera y lograr la prosperidad familiar y la de los amigos más cercanos.
Tengan la bondad de preguntar en cada ciudad o cada pueblo de Andalucía y los propios vecinos le narrarán miles y miles de triquiñuelas y tejemanejes de unos niveles u otros que refrendan mis palabras. Y así parcece que ocurre siempre. Con unos y con otros. Con los de izquierda, derecha y los que queden por venir.
En fin, que como bien tituló Darío Fo en una de sus célebres obras teatrales: "no hay ladrón que por bien no venga". No me extraña que según las encuestas el 97, 5 por ciento de las féminas y el 98,7 por ciento de la comunidad homosexual andaluza prefiera este domingo la celebración de erecciones autonómicas a elecciones autonómicas. Las primeras servirían para gozar, las segundas para, queramos o no, darnos bien por la retaguardia. Como suele ser la costumbre.