viernes, 11 de septiembre de 2009

SOBRE LA RETIRADA DEL PERIODO DE ADAPTACION INFANTIL




No me parece normal que, a la postre, aunque pretendan disfrazarlo de otra manera, sean los más pequeños de la casa los que acaben por pagar el pato de la crisis. En estos días que comienza el nuevo curso escolar, muchos son los padres que se han topado de bruces con la noticia de la "retirada del periodo de adaptación escolar con el objeto de conciliar la vida familiar". Y se quedan tan panchos.
En años anteriores, esos pequeños escolares, algunos de los cuales jamás había pisado siquiera una guardería, disponían de un par de semanas con un horario reducido para ir adaptándose a su nueva "vida-rutina" escolar. Al principio, dentro de un órden, asistían un par de horas, luego tres, y así hasta las cinco, seis, o las tantas que llegaran a permanecer en el colegio apartados de sus progenitores.

Ahora no. De forma directa y no concensuada con los padres, esos pequeños pasan de un día para otro a encontrarse en un lugar "extraño y desconocido" durante un número de horas que, para ellos dada su inexperiencia e inocencia, resulta poco menos que un abandono en toda regla. Resultado: llanto continuado y la agria sensación de no ser querido.

Una vez más, y ya he perdido la cuenta. La comodidad de nuestro putrefacto sistema social ha vuelto a mirar hacia el lado equivocado puesto que lo más importante, al margen de afrontar la crisis con buena cara, es pagar como sea las hipotecas a fin de mes. Eso es lo que prima. Y al carajo (con perdón) lo que puedan sentir esos "locos bajitos" que serán, si Dios quiere, nuestra esperanza de futuro y a los que en realidad debemos cuidar como el mayor de los tesoros.
Y es lo de siempre. Hoy en día un hijo molesta tenga la edad que tenga. La mujer debe trabajar fuera y dentro de casa, el hombre también y los niños, si se tienen, quedan a merced de esos abuelos que tampoco tienen el más mínimo derecho al descanso y si la obligación de asumir el peso de una nueva generación dispuesta a fundirles las pocas energías que les quedan.

Sea como fuere, parece que la edad nos ha hecho olvidar a todos la ilusión que nos hacía sentirnos queridos por nuestros padres. Por ello cuando llegamos a casa agotados por la tediosa jornada laboral, cada vez más se oye eso de "niño vete a tu cuarto" o "ahora no tengo ganas de jugar". Luego nos quejamos de pleno cuando, cada vez más, en vez de pasear y charlar juntos, madre e hijo/a caminan en cualquier ciudad de nuestro país aislados por unos auriculares que los separan miles de kilómetros, como dos extraños que comparten techo y espacio por inercia. De pena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario