jueves, 5 de febrero de 2009

OBAMA, POR EL BUEN CAMINO


Termine su legislatura haciéndolo bien o mal, lo de Barack Obama ya se acerca a lo insólito, lo inimaginable y casi diría yo que lo extraordinario. Y es que, por más que uno intente tirar de la memoria o la hemeroteca, ¿cuándo se ha visto que un jefe de gobierno admita tan clara, rotunda y abiertamente un error? Pues sí, Obama lo acaba de hacer ante los medios de comunicación alegando sentirse “frustrado” por la confianza que depósito en su día sobre Tom Daschle para Sanidad y Nancy Killefer, aspirante a la jefatura de presupuestos, sin saber que ambos tenían problemas con Hacienda.

Ya me gustaría a mí, que en mi querido Cádiz, la alcaldesa o alguno de sus compañeros saliesen al paso y admitieran al menos uno de los muchos errores que suelen cometer en vez de tanto anuncio publicitario a su favor pagado con dinero público. Por ejemplo, para que vayan ensayando, (y aunque suene a ciencia ficción) podría algún concejal entonar el “mea culpa” por el tremendo error cometido al iniciar las obras de Canalejas sin previsión alguna y con el retraso y las molestias que están ocasionando a una ciudad a la que comercialmente están estrangulando a marchas forzadas. Aunque claro, también dirá que, mientras tanto, y gracias a las lluvias, se ha formado una laguna artificial sin parangón en pleno centro de la ciudad para regocijo de las aves migratorias que se bañan allí franqueadas por el tráfico.

Volviendo al caso Obama, llama también la atención la ilimitada coherencia que emplea hasta ahora en todas sus medidas: El regreso de los militares norteamericanos de Irak, el progresivo cierre de Guantánamo, las multimillonarias ayudas propuestas ante el Senado para sostener los empleos de “una clase media que debe hacerse fuerte” – según sus palabras, las medidas proteccionistas como el empleo de acero americano a las empresas constructoras que opten a subvenciones públicas, la congelación de precios en los altos cargos públicos y ahora, incluso, ha fijado un tope salarial de 500.000 dólares para los directivos de bancos que se acojan a partir de ahora a las ayudas del Estado.

Esta última medida responde al enfado del presidente tras descubrirse que, en plena crisis, los directivos de Wall Street se habían repartido un montante de 18.000 millones de dólares en 2008, cosa que el nuevo presidente americano tachó como una acción de lo más “vergonzosa” cuando otro en su lugar, aprovechando el cargo, se hubiera adelantado a preguntar ¿y para mí cuanto por callarme todo esto?

Visto su proceder, su honradez y las palabras que les dedicó a estos directivos a los que solicitó de forma encarecida “responsabilidad y comportarse de un modo más consecuente con la situación por la que atraviesa el país”, me hace pensar cada vez más lo tremendamente bien que lo está haciendo. Por ello, desde aquí sólo le pido a Dios dos cosas: La primera, que nuestros políticos, todos, desde el funcionario más bajo del Ayuntamiento de Villabajo hasta el mismo presidente del gobierno tomen buena nota de Barack y se den cuenta de una puñetera vez que sus labores se destinan a servir al ciudadano y buscar el bien colectivo en vez de buscar el suyo propio y terminar de resolverse la vida; y la segunda, que ojalá Barack Obama, este buen hombre, no termine durando lo que una estrella fugaz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario