miércoles, 14 de enero de 2009

FALTA DE PREVISIÓN




No hay más que sumar dos y dos para caer en la cuenta de que el retraso acumulado (y el que probablemente más se va a acumular) de las polémicas y no menos ilógicas obras de ampliación del parking de Canalejas se deben a una falta total de previsión. Y es que poco o nada se puede hacer ahora, excepto ver a los obreros cruzados de brazos, si no se ha caído previa y concienzudamente en la cuenta de concretar de antemano la nueva estación de autobuses. Entonces, señores míos, si como aseguran, ni siquiera se había cursado la solicitud a Adif para la utilización de sus terrenos, ¿a qué viene comenzar la ejecución de las mismas creando un caos circulatorio en la ciudad durante más tiempo del deseado?

Imagino que, como los políticos competentes que creo que se consideran, ahora es cuando llega el momento de echar la patata caliente al otro lado de la red: que si todo está a falta de un documento que debe extender Adif, que si el terreno anexo a las obras puede resultar peligroso, que si pitos que si flautas y que, por supuesto, la culpa la tienen aquellos contribuyentes que lo quieren todo nuevo, para ayer y calentito.

Lo que resulta obvio, y considero que pocos lo negarán, es comprobar cómo en ciudades de Primera División, pongo por caso Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, etc. se construyen estaciones y túneles de metro en cuestión de pocos meses y aquí, en “la Tacita de Plata” (urbe que comienzo a pensar que es de regional preferente por más que la queramos con locura y nos afanemos en lo contrario), las obras se extienden largos meses e incluso años, ya fuere por la incompetencia de unos u otros, por la pésima y lenta burocracia, por la incombustible ausencia de acuerdos políticos o porque, simplemente, media docena de trabajadores con un palustre y cigarro en mano poco pueden hacer mientras el resto de la ciudad se desespera ante la ineptitud o escasa sapiencia de los que controlan el cotarro.

A todo esto, les recuerdo, señores responsables de este desaguisado, que el retraso de las obras continúa estrangulando cada vez más el flujo comercial del centro de la ciudad, aunque cada vez más me da que pensar que eso bien poco les importa.

Día tras día, el que antes solía visitar Cádiz en su vehículo particular, ahora se marcha horrorizado y sin ánimos de repetir la experiencia porque no se cree, como la mayoría, que este circo se haya montado para la ampliación de unas pocas plazas más que, a buen seguro y si no al tiempo, no van a aliviar en absoluto el cáncer que supone en Cádiz la falta de plazas de aparcamiento, pero sí que llenarán, casi con total probabilidad, el bolsillo de alguno que otro.


Y por si no estuviéramos bien servidos de sopa, ya mismo, a escasas fechas del carnaval, nos llega de pleno el segundo plato con el comienzo de las obras de adecentamiento de la calzada que circunda el casco antiguo. Sí, estoy de acuerdo con el hecho de que el piso resulta bastante irregular y que son necesarias, pero lo son no ahora, sino desde hace bastantes años. Con esto quiero decir que desde primeros de siglo esto se podría haber reparado en pequeños tramos sin perjudicar tanto como lo van a hacer ahora. Y es que en una ciudad-isla como la nuestra, que de pronto se borren del mapa cerca de 1800 plazas de aparcamiento, significa poco menos que el inicio de una histeria general y la muerte de las pocas empresas del centro que aún soportan a duras penas los bombardeos de una crisis a la que ni siquiera parece verle fin el mismo presidente del Gobierno. En resumen, una vez más, la alarmante ausencia de previsión de algún incapaz sigue oprimiendo todavía con más fuerza el gaznate de esta bella ciudad trimilenaria que, a cada día que pasa, ya no tiene ni puñetera gana de sonreír mientras sigue pensando que durante ese jodido 2012, se va a asemejar irremediablemente a ese Villar del Río que el gran director Luis García Berlanga retrató de forma maravillosa en “Bienvenido Mr. Marshall”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario